En muchos casos, aún se identifica la producción teatral como el empresario que financia la realización de un espectáculo, sin que sus tareas estén debidamente especificadas.

Sin embargo, aunque se puedan encontrar vestigios de esta figura, la labor de producción ha evolucionado para adaptarse a la praxis, adoptando los responsables que la desempeñan un perfil de técnico especialista en las capacidades y tareas del área de producción. Hoy en día, ambas figuras todavía conviven en el panorama teatral español.

“Lentamente se observa que el lugar del productor va siendo reconocido por los colectivos teatrales como una figura importante, en lo referente a la organización del proyecto teatral, no sólo en lo que respecta a las cuestiones administrativas, por cuanto el productor aporta una mirada muchas veces más realista y objetiva, sin dejar de lado la visión estética” (Hanna, 2006)[1]

 Llegado a este punto habría que preguntarse qué se esconde bajo el término producción teatral. Pues bien, la producción teatral alcanzaría todas aquellas tareas que organizadas de forma sistemática, que incluso antes de la propia concreción del concepto teatral de la acción, permiten su materialización primero en idea y después en una determinada puesta en escena, incluso más allá del estreno y hasta la evaluación del rodaje final del hecho teatral.

“Es importante reconocer que la producción más que una acción, es un grupo de acciones planificadas es decir, un conjunto de fases interrelacionadas entre sí, que buscan avanzar para el alcance de fines determinados.” (Morella, 2008)

 Morella, (2008) entiende la producción teatral como:

 

  • las acciones orientadas a la puesta en marcha y concreción de un espectáculo.
  • el conjunto de actividades y procedimientos planificados para la obtención de un objetivo determinado en un proceso en el que intervienen elementos propios de la gestión.
  • la manera de hacer para generar/materializar un servicio/producto

De una forma más poética, la autora alude a la producción como la acción de “concretar los sueños y las ideas de quienes en colectivo, han decidido optar por las artes de la representación, como forma expresiva”.

“El lugar del productor es el de recoger la expresión colectiva del hecho teatral, vinculando en una sola entidad las diferentes prácticas artísticas, técnicas y administrativas necesarias para transformar un proyecto en un espectáculo” (Felder, 2006)[2]

 Morella señala que son los verbos pensar, concebir, idear,  planificar, organizar, gestionar, coordinar, materializar, supervisar, distribuir, rentabilizar y evaluar, todos ellos referidos al hecho teatral, y su materialización supondrían los principales elementos a tener en cuenta en el área de producción.

Peña (2002), añade a esta visión la perspectiva grupal remarcando la importancia vital de las actividades interdependientes y necesarias para el óptimo resultado, los procesos de intercambio de modo interno entre miembros de la organización o de forma externa de esta con el resto de agentes:

“En el proceso de producción, las actividades a realizar implican no solamente la administración de recursos sino que se hace necesario una actitud diferente, una intencionalidad de anticipación, innovación y creatividad; además de la búsqueda permanente de interrelación y concordancia entre todos los elementos que concurren.” (Peña, 2002)

En este mismo sentido, el argentino Gustavo Schariaier, reconocido productor teatral afirma:

“La producción es un hecho colectivo, no tiene por qué recaer en una sola persona y además quien produce tiene que hacerlo en estrecha relación con el director, los actores y demás integrantes del equipo creativo. Hay que entender que todos producimos, desde el técnico que pone luces hasta el que pone las maderitas en la escenografía u organiza la prensa. Todos colaboran en la producción de un proyecto” (Schraier, 2006)

 

[1]  Ver N.p. 16.

[2] Ver N.p. 16.