No cabe duda que la literatura tiene un poder universal. Las palabras, las ideas y las emociones que de ella pueden desprenderse pueden hacer eco a lo largo de toda la historia humana. El teatro como género que eleva la vivencia de la literatura y le da vida a través de actores es precisamente una prueba de ello.

Se trata de una de las invenciones de la Antigua Grecia que aun conviven con nosotros y que siguen haciéndole frente a otras formas de entretenimiento como lo son las novelas literarias, el cine, o bien, la televisión.

Aun hasta hoy, continúa siendo emocionante visitar un teatro para ver la interpretación de los actores y el modo en que se involucran en una historia. Este es un género cuyas raíces se remontan a seis siglos antes de la era cristiana. Nació como un evento que rendía homenaje al dios Dionisio.

Por eso, las fechas de presentación ocurrían durante los meses de marzo y septiembre. En ambos meses, la ceremonia iniciaba con un primer día en el que se hacía una procesión al denominado Dios del Vino. El segundo día se presentaba un total de cinco comedias, mientras los tres días siguientes las historias daban vida a diversas tragedias.

La esencia del escenario teatral

Con este esquema de presentación, los escritores griegos pasaban sus días del año imaginando historias, que después debían pasar por el criterio de altos funcionarios, tras ser revisadas en un concurso público. Los poetas, por ejemplo, debían escribir un drama y tres tragedias. Aquel que ganará con su mejor obra, adquiriría una corona de oro puro y otra de laureles.

En aquellas obras, el número de actores debía ser de un máximo de cuatro hombres. El coro, cuya misión era proclamar el hilo de la historia y anunciar ideas claves de cómo transcurrían las escenas, estaba conformado por 15 personas para las tragedias y 24 para presentar las comedias.

Por entonces las mujeres tenían prohibido participar como actrices. Igualmente, se usaban máscaras que no solo servían para hacer un simulacro notable de las emociones del actor, sino que también porque su diseño permitía que las voces de los protagonistas tuviera un eco mayor en el escenario.

victor hugo
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La estructura del teatro griego

En ese momento de la historia, el escenario ya poseía ciertos matices como los que existen hoy en día, en el sentido de que su diseño estaba pensando para que existiera una acústica suficiente para favorecer la escucha. Sin embargo, este era un escenario que permanecía al aire libre, en la ladera de una colina en la que se habían creado las graderías de piedra, sector denominado como Koilon.

Estas graderías de piedra formaban una especie de medio círculo, en cuyo núcleo se encontraba otro círculo denominado como Orchestra que era el lugar designado al coro. Mientras tanto, la zona del Proskeinon era la designada para la participación de los actores.

El Koilon recibia a toda clase de personas de la sociedad griega. Desde los más ricos hasta los más pobres. Existía una cuota de ingreso, pero los que no tenían con que pagarla, recibían el patrocinio del mismo Estado.

Un mensaje moral y teológico

La mayoría de las obras que eran presentadas en el teatro griego, tenían como punto de partida todo el imaginario de la mitología griega que predominaba en el momento. Esquilo, por ejemplo, solo se atreve en Los Persas en un tema distinto a este, al sumergirse en las Guerras Médicas, detallando el modo en que éstos lograron derrotar al los helenos.

Pero este autor, al igual que Sófocles, intensificaron su enfoque en todo lo relativo a la vida y la muerte que está bajo el azar de los dioses, tal como se puede observar en la tragedia de la Edipo Rey, donde el destino juega con la voluntad de los mortales y marca las pautas que los mismos dioses han prescrito en toda vida humana, a pesar de que el Oráculo de Delfos ya había anunciado lo inevitable.

Al final, la obra de teatro no dejaba de tener una connotación moral, donde la vida representada (ya fuese a través de la comedia o la tragedia) buscaba ser una reflexión sobre la realidad y el modo en que puede percibirse la carta de valores a la que está sujeta toda una época.

De ese modo, la literatura que se compilaba en los libros podía tener un eco mayor, permitiendo que las páginas fuesen llevadas a otro nivel, cobrando vida ante los actores y un público expectante e intrigado por las emociones y sentimientos que la obra pudiese inspirar.